martes, 14 de julio de 2009

El caso es trincar


Durante mi etapa escolar tuve la gran suerte de leer el libro “Lazarillo de Tormes", una de las obras maestras de la literatura universal. A lo largo de esta historia, ambientada en la España del siglo XVI, desfilan una amplia colección de personajes que hacen de la mentira y la estafa su modo de vida. En esta novela se pone de manifiesto lo extendida que estaba (y sigue estando) una de las peores lacras de la sociedad española: la picaresca.

Entre otras acepciones, en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se define pícaro como “bajo, ruin, doloso, falto de honra y vergüenza [..] astuto y taimado”.

En mi anterior post, relataba las alegres aventuras de varios directivos españoles a los que se les podría calificar de astutos, taimados y faltos de vergüenza. Si son son pícaros, por lo menos deberían merecer el título de semi pícaros.

Pero este mal tan español no sólo se localiza fácilmente en el ámbito privado, pues también podemos encontrar numerosos ejemplos de picaresca (más si cabe) en el Sector Público. Desde hace varios meses en los medios de comunicación españoles se habla, casi a diario, de la cuestión de los regalos a los políticos. Que si trajes, que si vacaciones de lujo en el Tíbet, que si mariscadas, que si anchoas (hay que joderse con las anchoas). El caso es trincar.

En los artículos 419 al 427 del Código Penal español, se encuentra la normativa relativa al cohecho. Por resumir y no entrar en terminología legal, el cohecho es un delito que puede definirse como la aceptación, por parte de un funcionario o una autoridad pública, de regalos de cualquier tipo a cambio de favorecer (directa o indirectamente) los intereses de una persona, una empresa o una institución. Conviene aclarar que en estos nueve artículos no se prohíbe expresamente la aceptación de obsequios por parte de cargos públicos. Sólo se considera que existe delito en aquellos casos en los que se reciben regalos “a cambio de algo”.

Muchos defienden la postura de que en España debería seguirse el ejemplo de países como Dinamarca, donde un funcionario sólo puede aceptar pequeños obsequios de cortesía como una tableta de chocolate.

Llegados a este punto sería interesante conocer la opinión de una de las partes interesadas: los políticos. Hace una semana, la agencia EFE recogió el testimonio de varios congresistas. De las declaraciones recolectadas se puede extraer la idea de que los diputados “no ven necesario regular qué tipo de obsequios pueden aceptarse, porque lo que debe imperar es el sentido común y el raciocinio”. Señores diputados: durante los poco más de 30 años de vida de la democracia española, nos han demostrado sobradamente que el sentido común y el raciocinio no abunda entre la clase política.

En mi opinión, los miembros de las Administraciones Públicas no deberían aceptar ningún obsequio distinto de los institucionales o regalos que superen una determinada cuantía (pongamos 30 euros). En el caso de regalos de importe superior, deberían ser entregados a la institución u organismo para el que trabajan.

En España, cuando una persona alcanza una posición relevante dentro del mundillo de la política, ocurre algo maravilloso: le salen generosísimos amigos por todas partes. Amiguitos del alma que no dudan en reforzar su “amistad” entregándole costosísimos regalos con inusitada frecuencia. ¿Cuántos de vosotros tenéis coleguitas que os regalen ropa por valor de 5000€, safaris en África con todos los gastos pagados o botellas de vino de más de 50 euros? Parece que los políticos españoles no saben vivir sin sentirse constantemente agasajados. Pobrecitos ellos. Con sus sueldos de miseria, sus cochecitos oficiales y sus parrandas a cuenta del contribuyente.

Si tuviera una varita mágica, me encantaría crear una normativa específica a la que pondría por título “La eliminación del uso del raciocinio y el sentido común en aceptación de obsequios realizados por amigos del alma”.

Cuando una persona es elegida para desempeñar un cargo público debe convertirse (si no lo es) en un ejemplo para la sociedad. Desde aquí lanzo un mensaje a los políticos españoles: si ocupas un puesto de responsabilidad en una administración pública, deberías acostumbrarte a devolver los regalos recibidos con una nota de agradecimiento. En caso de que no sepas cómo hacerlo, te presento un modelo:

Estimado [nombre del amigo]:

Agradezco mucho el presente que me has enviado pero no puedo aceptarlo porque, como sabes, ocupo un cargo público. Por este motivo no puedo recibir obsequios distintos de los institucionales. En mi vida diaria tomo multitud de decisiones que afectan, de una manera u otra, a mis conciudadanos. Como comprenderás, si acepto tu regalo alguien podría pensar que, con el tiempo, acabaría otorgándote un trato de favor castigado por el Código Penal. No obstante, agradezco el detalle que has tenido conmigo.

Un saludo.

[nombre y firma del agasajado]

Referencias:

- “Lazarillo de Tormes”, Wikipedia.
- Real Academia de la Lengua. Definición de pícaro.
- “Rebélate contra las altar retribuciones de los directivos” ecomouse.com.
- “Barberá propone despenalizar los regalos a los políticos” Público 09-07-2009.
- Cohecho, Código Penal español.
- “El traje, regalo o soborno”. El País, 11-05-09.
- “Los diputados no ven necesario regular los regalos sino usar el sentido común”, 08-07-09.

Fotos:

- “Anchoas” by melomelo, bajo licencia CC, algunos derechos reservados.
- “Gift box” by Saquan, under CC license, some rights reserved.

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