martes, 20 de octubre de 2009

Reforma sanitaria en EE.UU.: la corrección de un error histórico


Ayer por la noche estuve viendo John Q., una película que narra la desesperada situación de un padre que no puede afrontar el pago de un costoso trasplante para su hijo enfermo.

Esta producción no destaca por ser una obra de arte y los actores protagonistas (Denzel Wshington, Anne Heche y Robert Duval) no hacen, precisamente, el papel de sus vidas. Por otro lado, en este thriller se dan cita un buen número de los topicazos que tanto gustan a los espectadores estadounidenses: la exaltación del patriota americano (que hace valer sus derechos mediante el uso de las armas), el eterno enfrentamiento racial, el siempre socorrido binomio poli buenopoli malo, etc.

Pero aunque este film no es la octava maravilla, logra transmitir con efectividad la situación de abandono que padecen casi cincuenta millones de norteamericanos, que no cuentan con un seguro médico.

Antes de entrar en materia expondré, a grandes rasgos, los cuatro grandes sistemas de cobertura médica existentes en Estados Unidos:

- MediCare. Es una institución que ofrece cuidados sanitarios a los pensionistas. Algunos servicios son gratuitos y otros se prestan bajo la modalidad de copago.
- Veteran Administration. Otorga a sus beneficiarios (los militares en activo y los veteranos de guerra, así como sus familiares) una de las mejores coberturas médicas que pueden encontrarse en EE.UU. No obstante, ciertos tratamientos (generalmente, los más costosos) están excluidos.
- MedicAid. Es un programa que presta atención sanitaria a los que se encuentran por debajo del umbral de la pobreza. La calidad asistencial de este plan de salud es bastante mediocre.
- Seguros privados. La mayoría de los empleados a tiempo completo (y sus familias) tienen acceso a una cobertura sanitaria privada financiada, total o parcialmente, por las empresas en las que trabajan. Los estadounidenses que no disfrutan de una póliza de empresa o no están incluidos en uno de los tres primeros programas, tienen que abonar íntegramente las cuotas de un seguro privado si desean estar protegidos. Las pólizas privadas ofrecen un amplio abanico de servicios médicos y la calidad de las prestaciones depende, en gran medida, de la cuantía de las cuotas pagada a las compañías aseguradoras.

Aunque resulte paradójico, no son los más pobres los que se encuentran en la peor situación pues, en caso de necesidad, pueden acogerse a la cobertura que ofrece el programa MedicAid. Los que están realmente desprotegidos son aquellos trabajadores que ocupan la parte más baja de la banda salarial: los empleados a tiempo parcial (pues no suelen estar incluidos en las pólizas colectivas contratadas por las compañías donde trabajan) y los propietarios de pequeños negocios (que no tienen ingresos suficientes como para costearse un seguro privado). A los integrantes de estos dos colectivos les resulta casi imposible pagar las cuotas que les exigen las aseguradoras (entre 300 y 500 dólares al mes) y muchos optan por acudir al médico sólo en caso de extrema urgencia.

En estos momentos, la Administración Obama está luchando contra viento y marea (incluso enfrentándose a líderes de su propio partido) para extender la cobertura sanitaria a toda la población. La batalla se vaticina dura pues, en EE.UU., un importante sector de la ciudadanía se encuentra posicionado en contra de la instauración de la sanidad universal. Los dos argumentos que gozan de más predicamento entre estas personas son, por un lado, la cuestión de la financiación y, por otro, el rechazo ancestral a cualquier tipo de injerencia del sector público en actividades distintas de la defensa nacional.

La financiación de la reforma sanitaria

Respecto al asunto de la financiación, cabe decir que es un tema tan espinoso que pocos políticos estadounidenses se atreven a sacarlo a la palestra y, mucho menos, a emitir una opinión personal.

Los que se declaran en contra de la cobertura sanitaria universal argumentan que, dada la actual situación de endeudamiento de las diferentes administraciones norteamericanas, el gobierno ya no tiene margen de maniobra para aumentar el gasto público.

En mi opinión, esta afirmación es más que discutible. Los primeros cálculos estiman que las mejoras derivadas de la reforma sanitaria costarían unos 856.000 millones de dólares, que se inyectarían durante los próximos diez años. Ante tal magnitud monetaria surge una inevitable pregunta: ¿este coste es asumible para un país como los Estados Unidos?

El aumento de la factura sanitaria, en una nación con unos trescientos millones de habitantes, supondría un incremento impositivo inferior a los 280$ al año por persona. Esta cantidad no parece tan elevada cuando el presupuesto militar, sólo para 2010, se sitúa en torno a los 534.000 millones de dólares (casi 1.800$ por norteamericano). Al final todo puede reducirse a una cuestión de prioridades y parece ser que la hegemonía militar de EE.UU. está, una vez más, por encima del bienestar de la ciudadanía.

Por otro lado, la Administración Obama asegura que gran parte de los recursos necesarios para la reforma sanitaria se obtendrían de los ahorros que se producirían al eliminar las numerosas ineficiencias presentes en el actual sistema. En efecto, no es comprensible cómo las cifras del gasto sanitario estadounidense duplican o incluso triplican (según sea el estudio consultado) las de países como España, en los que toda la población tiene acceso a unas prestaciones médicas de calidad media-alta.

Una cuestión de valores ancestrales

El segundo argumento esgrimido por los detractores del establecimiento de la sanidad universal es que, la adopción de esta medida, constituiría un ataque a la base de los valores fundamentales de los EE.UU.

En un país donde uno de los mayores insultos es ser tildado de comunista (o socialista, en su versión más light), muchas personas consideran que los cuidados sanitarios no son más que otro bien de consumo. De este modo, una atención médica de calidad sólo debería recibirla aquel que haya ahorrado una cantidad importante de dinero o haya aportado generosas cuotas a su seguro médico. Por desgracia, todavía son numerosos los que piensan que “tanto tienes, tanto vales”. Para estos estadounidenses, el hecho de extender la cobertura sanitaria a toda la población sería el primer paso de la fundación de los “Estados Comunistas de Norteamérica”.
Según mi criterio, estas personas no podrían estar más equivocadas pues el grado de cobertura sanitaria no es un concepto que guarde una relación directa con una ideología política concreta. De hecho, la asistencia médica universal está implementada tanto en sistemas capitalistas (Francia), como socialistas (Cuba) o semi-dictatoriales (Singapur). De este modo, no creo que la necesaria reforma del sistema sanitario traiga como consecuencia un desmoronamiento de los valores más arraigados en la sociedad estadounidense.

Durante los próximos meses, los congresistas y senadores de los Estados Unidos tendrán la oportunidad de corregir un error histórico tan grave como la marginación de una gran parte de la ciudadanía, que no tiene acceso a unos servicios sanitarios de calidad. Espero que, en esta ocasión, no se dejen influenciar por los lobbies de las industrias farmacéutica y aseguradora y que EE.UU. pase a ser, además de la tierra de las oportunidades, una nación que se enorgullezca por no dejar abandonados a los más necesitados.


Enlaces y referencias:
- John. Q. Sinopsis. La butaca.net
- MediCare 
- Veterans Administration
- MedicAid
- “El Senado de EE.UU. Presenta la primera ley de reforma sanitaria”. Antonio Caño. El País, 17/09/09 
- Estados Unidos. Wikipedia
- 2010 Budget. The US Department of Defense. www.docstock.com
- “Cuatro modelos de Sanidad”. Club Lorem Ipsum
- “Todo lo que puede ir mal, va mal”. Club Lorem Ipsum
- “Crisis sanitaria y crisis económica en EE.UU”. Vicenc Navarro. www.vnavarro.org
- “La sanidad de EE.UU. ante las urnas”. Albert Jovell. El País, 04/11/2008 


Imágenes:
- “Emergency” by Chris.Violette, under CC license, some rights reserved
- “Money” by AMagill, under CC license, some rights reserved
- “Washington DC - Capitol Hill: United States Capitol” by wallyg, under CC license, some rights reserved

martes, 13 de octubre de 2009

Panda Security: excelentes productos, nefasta política de comercialización


Queridos amigos, tengo que comunicaros una mala noticia: ha caducado el servicio de suscripción anual de mi antivirus.

Un amable trabajador de Panda Security me ha enviado un solemne email para transmitirme este luctuoso acontecimiento. Antes de continuar, me gustaría compartir con vosotros unos cuantos pasajes de tan triste misiva.

En primer lugar, sutilmente, me han recordado que “HOY finalizan los servicios de tu solución antivirus. Sí, ya lo sé. Han puesto la palabra “hoy” con mayúsculas, tal vez para recordarme la importancia de este día tan trágico. También han enriquecido este texto poniendo las letras en negrita y utilizando un alarmante color rojo, con el fin de resaltar el dramatismo de tan nefasta fecha.

Más adelante han incluido otras frases plagadas de lindezas como las siguientes:

“Ya que diariamente nos enfrentamos a nuevas amenazas, es vital mantener el producto actualizado en todo momento”

“Un solo día sin protección puede desembocar en infecciones por virus y malware, robo de información, pérdida de datos, además de suponer una amenaza para tus propios conocidos y amigos

Está claro que nunca aprenderé. Desde hace varias semanas aparecía en mi escritorio, cada vez que arrancaba el ordenador, una entrañable ventanita que me recordaba, a modo de cuenta atrás, los días que restaban para que caducara mi suscripción. He de confesar que no hacía mucho caso a tales advertencias. Al mismo tiempo, cada dos o tres días, un empleado de Panda Security, con extraño nombre (decía llamarse “Renewals”), me mandaba un email invitándome a renovar mi servicio de protección antivirus. Pero todos estos mensajes acababan en el fondo de mi papelera de reciclaje.

Aunque ninguna de estas advertencias hizo mella en mi espíritu, este último correo electrónico me llegó directo al corazón. ¡Lo reconozco! Consiguieron acongojarme. Tas releer un par de veces esta desoladora epístola, comenzó a formarse en mi cabeza un torbellino de pensamientos que fustigaban mi alma pecadora. Según Panda, si no renovaba inmediatamente mi suscripción, me convertiría en una posible “amenaza para [mis] propios conocidos y amigos”. ¿Podría llegar a ser tan miserable como para poner en peligro a mis seres más queridos? Angustiado ante la idea de convertirme en la persona más infame de toda la galaxia, procedí a hacer click en el enlace que abría el site de actualización de mi licencia anual.

Al inspeccionar detenidamente la ventana de Firefox donde se mostraba el formulario de renovación, me llevé una desagradable sorpresa. La ampliación anual de mi protección antivirus me costaría, nada más y nada menos, que 79,95€. Os pongo un screenshot de parte de la página de Panda, para que veáis que no estoy delirando (si hacéis click en la imagen podréis verla más grande).




Extrañado por tan elevado precio, me dispuse a buscar otros sitios donde vendieran el Panda Internet Security.

Como buen español, el primer lugar en el que pensé fue en la página web de El Corte Inglés, donde lo mismo te venden un apartamento en la playa que unas zapatillas para andar por casa. Cuál sería mi sorpresa, cuando descubrí que en este exclusivo establecimiento ofertaban el mismo programa a 59,95€ (una vez más pongo una captura para los incrédulos).



Casi me da un pasmo. Como soy una persona desconfiada, proseguí mi búsqueda por Internet entrando en el templo de la gente cool: la FNAC. ¡Lo confieso! Soy socio de la FNAC, pero no creáis que por ello soy un tío guay. Me dí de alta en su club de socios por sus jugosos descuentos.
Navegando por la página web de esta cadena de tiendas se me volvió a poner la piel de gallina al darme cuenta de que, en esta fábrica de cultura sin parangón, también vendían esta suite antivirus por 59,95€.



Dada mi naturaleza incrédula y mi espíritu aventurero, me acerqué a una tienda física de El Corte Inglés y a otra de la FNAC para ver, con mis propios ojos, si el precio al que se vendía este producto era real o fruto de una alucinación internetera. Mis sospechas se confirmaron al ver cómo, en estos establecimientos, los precios marcados en las etiquetas del Internet Security eran los mismos que el que aparecía en sus tiendas virtuales. Panda me había traicionado. 

Derrotado, volví a mi casa pensando en la tremenda felonía perpetrada por los chicos de la compañía del oso chino. ¡Yo era un cliente fiel! ¿Así es como premiaban la fidelidad que les había mostrado durante tantos años? 

Pero no tardé ni cinco minutos en recuperarme de este tremendo disgusto y me dispuse a escribir esta historia, con la esperanza de que alguno de los nueve millones de usuarios que visitan este blog a diario le hiciera llegar este post a la gente de Panda. 

Tras esta pequeña historieta :-) pasemos a hacer unos cuantos números. 

Si me diera por renovar mi protección antivirus en la página de Panda, tendría que desembolsar 79,95€. Si, por el contrario, comprase el mismo producto en El Corte Inglés o la FNAC (con un año de suscripción gratuita a las actualizaciones), me dejaría “solo” 59,95€. La diferencia de precio es de un 33,36%. No sé quién será el responsable del desatino, si el departamento de Producto o el de Marketing, pero en esta empresa de seguridad informática tendrían que empezar a ponerse las pilas. Este no es un caso aislado. Otros programas como el “Antivirus Pro” se venden, en la página de Panda, a 49,95€. Este mismo producto cuesta, tanto en la FNAC como en El Corte Inglés 39,95€.

En mi opinión, esta política de establecimiento de precios no hace sino dañar la imagen de marca de esta compañía, pues crea en el consumidor la idea de que le están engañando. A ver cuándo las empresas se dan cuenta de que queda “muy raro” el hecho de vender un producto propio más caro en la propia en la web de la compañía que en una comercializadora física o virtual (excepto en contadas ocasiones como lanzamientos o promociones). 

Me gustaría terminar este post enviando unas cuantas recomendaciones a los responsables de esta galardonada empresa: 
  • Dejen de considerar a sus clientes como un rebaño de borregos sin criterio. A la mayoría de los consumidores nos gusta comparar precios y calidades antes de adquirir un producto, sobre todo si este ejercicio de comparación exige solamente cuatro o cinco clics de ratón. Por otro lado tengan en cuenta que, debido a la actual crisis económica, tanto las familias como las empresas están poniendo un especial cuidado en sus compras, tratando de reducir sus gastos. Por estos motivos, las compañías que venden productos propios por Internet (como ustedes) deben controlar al máximo la gestión de los precios de sus catálogos, tratando de que estos sean inferiores o similares a los ofertados en las webs de comercio electrónico más conocidas.  
  • Por otro lado, si quieren asegurarse la renovación de una suscripción, la táctica del bombardeo sistemático al cliente con decenas y decenas de mensajes que avisan de la caducidad de los servicios contratados no me parece la más adecuada. En mi caso particular, tengo tres ordenadores con Panda Internet Security instalado y calculo que, en el último mes, habré tenido que cerrar la molesta ventanita de renovación de Panda en más de cincuenta ocasiones. Así mismo, en los últimos quince días, he recibido más de diez emails recordándome que mi suscripción estaba a punto de caducar. ¿Acaso están tratando de vendernos sus soluciones informáticas por puro aburrimiento? ¿No se dan cuenta de que el hecho de recibir tantos y tantos mensajes acaba produciendo aversión hacia sus productos? 
  • Por último, les invito a que abandonen esa costumbre que tienen de adornar sus emails con frases que parecen sacadas de una tragedia griega pues, las estrategias del tipo “mete-miedo” o “que viene el coco”, son cada vez menos efectivas.

En mi humilde opinión, si siguen estos sencillos consejos tendrán a sus clientes más contentos y, lo que es más importante, obtendrán mayores beneficios.

Actualización:
A los pocos días de publicar esta entrada, Carlos Arias (uno de los responsables del Departamento de Comunicación de Panda Security) me envió un e-mail haciéndome una serie de comentarios y puntualizaciones. Si quieres conocer el contenido de este correo electrónico, así como la valoración que hago del mismo, visita este artículo: "Panda Security: rectificar es de sabios"


Enlaces y referencias:
- El Corte Inglés – Vivienda 
- El Corte Inglés – Zapatillas para andar por casa 
- Premios recibidos por Panda Security



viernes, 9 de octubre de 2009

La Baldosa Presumida


Erase una vez una baldosa que vivía en Madrid, capital del Reino de España. Concretamente estaba alojada en la calle de Alcalá, en una de las zonas más selectas de la ciudad.



No creáis que era como uno de esos adoquines grises y feos que suelen encontrarse en las afueras. Por el contrario, nuestra simpática protagonista era una baldosa de categoría: blanca, reluciente y, sobre todo, cara; muy cara. Era tan elegante y presumida, que en la vecindad todos la conocían con el nombre de la Baldosa Presumida.


Cuando llovía, su superficie quedaba limpia y brillante, por lo que su belleza se hacía todavía más evidente. Pero lo mejor de los días tormentosos era que tanto ella como sus vecinas se convertían en unas baldosas muy resbaladizas, lo que daba lugar a que se produjeran divertidos patinazos entre los transeúntes. ¡Qué bien se lo pasaban comentando los trompazos más memorables!



Cada dos por tres, venían unos amables operarios de la compañía del agua o del gas y levantaban la mitad de la acera, llevándose a muchas de sus hermanas a conocer mundo. Como la Baldosa Presumida tenía un espíritu muy aventurero, cada vez que había obras pensaba para sus adentros... -a ver si esta vez me toca a mí y puedo cumplir mi sueño de viajar por toda Europa-. Afortunadamente, un soleado día de septiembre, llegaron unas personas con picos y palas comentando que tenían que instalar una nueva línea telefónica y, esta vez, nuestra amiga fue una de las seleccionadas para dejar su acera de toda la vida. Por fin era libre y podía ir a donde más le apeteciera.


En menos de una semana, la Baldosa Presumida ya había comprado varios billetes de avión para ir a visitar a sus primas de las principales capitales europeas. Mientras que preparaba las maletas, soñaba con las baldosas que se encontraría en lugares como París, Viena o Londres. -Por lo menos deberán ser de mármol, dada la categoría de los lugares donde viven- se decía a sí misma.



Durante meses estuvo recorriendo un montón de ciudades del Viejo Continente, intercambiando impresiones con muchas de las baldosas, ladrillos y adoquines que encontraba en su camino.


Al volver de su largo viaje, la Baldosa Presumida no cabía en sí de gozo. Ella pensaba que sus primas europeas serían mucho más bonitas que las de su acera de toda la vida, ¡pero nada más lejos de la realidad! En casi todos los sitios por los que había pasado, las baldosas no eran más que tristes bloques de un material parecido al hormigón. Además, en la periferia de las grandes ciudades y los barrios residenciales, la mayoría de las aceras estaban recubiertas con capas de cemento.


Tan contenta estaba con su descubrimiento que decidió dedicar el resto de su vida a dar conferencias por toda España, contando las excelencias de la auténtica y genuina baldosa nacional. Fue tal el empeño que puso en su tarea que, al final de sus días, su trabajo se vio recompensado por el mayor de los premios. El mismísimo alcalde de Madrid, le entregó un Gallardón (digo galardón) reconociendo su valiosa labor como embajadora de las aceras españolas.


En la actualidad, la Baldosa Presumida vive retirada en un pueblo serrano, disfrutando de una merecida pensión otorgada por el Ilustre Gremio de Baldoseros y Adoquineros.


Hasta aquí el cuento. La moraleja queda perfectamente resumida en la siguiente viñeta de Forges:



¡No podía ser de otra manera! Los españoles somos los campeones europeos del ladrillo, las baldosas, las losetas y todo lo relacionado con la construcción. Hace unos días estuve en Londres y me dí cuenta de un detalle en el que nunca me había fijado. Mirando al suelo, durante un paseo, me pregunté: ¿dónde están las baldosas? Haciendo memoria caí en la cuenta de que, en España, casi todas las aceras de las grandes ciudades están alicatadas de arriba a abajo. Por contra, en la mayoría de las capitales europeas, los márgenes de las calles suelen estar cubiertos por una capa de cemento la mar de práctica y, sobre todo, barata. En efecto, en sitios como Londres, París o Viena es difícil encontrar aceras con baldosas (al estilo madrileño) fuera del casco histórico o las calles más representativas. Lo de España no tiene parangón.



El colmo de los colmos es que, en núcleos urbanos como Madrid, hay numerosas calles y avenidas pavimentadas con baldosas de colores blanco o crema (véase la foto de la izquierda, tomada en la calle de Almansa). El día que las colocan lucen que es un primor pero, al poco tiempo, adquieren un color de lo más sucio y churretoso.



Pero lo que me parece todavía más increíble es que muchas de las losetas con las que han tapizado ciudades como la capital de España son resbaladizas a más no poder. Es verdad que en la Villa y Corte no llueve todos los días, pero cuando cae un chaparroncillo, muchas calles se convierten en auténticas pistas de patinaje. ¿Alguien podría explicarme las ventajas de las baldosas resbaladizas frente a modelos más adherentes?



Por otro lado, parece que los españoles estamos obsesionados por levantar las aceras y volver a taparlas. Seguro que los visitantes extranjeros piensan que nos encanta ir al trabajo o al cine en plan multiaventura, sorteando socavones. De hecho, hay muchos pueblos y ciudades donde cada dos por tres se cambia el empedrado de las calles, sin ninguna razón aparente. ¿Por qué será? ¿Estarán buscando algún tesoro escondido? Me imagino que algo tendrán que ver todos aquellos constructores magníficamente relacionados con los gobiernos autonómicos y municipales.



En mi caso particular, no tengo nada en contra de que las aceras españolas sean las más bonitas de Europa. No obstante, pienso que una reducción significativa del gasto en partidas como la pavimentación, permitiría destinar más recursos a políticas sanitarias o educativas, por poner un ejemplo.



¿Y tú qué piensas? ¿Por qué muchos de nuestros políticos están tan obsesionados con levantar nuestras aceras cada dos por tres? Espero tus opiniones en la zona de comentarios.



Imágenes:



- La Baldosa Presumida en Madrid. EconoMouse.com, under CC. license.

- La Baldosa Presumida en Londres. EconoMouse.com, under CC. license.

- "Agudeza deductiva". Viñeta de Forges en El Páis, 12-09-2009


- Calle Almansa, Madrid. EconoMouse.com, under CC. license.

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