Erase una vez una baldosa que vivía en Madrid, capital del Reino de España. Concretamente estaba alojada en la calle de Alcalá, en una de las zonas más selectas de la ciudad.
No creáis que era como uno de esos adoquines grises y feos que suelen encontrarse en las afueras. Por el contrario, nuestra simpática protagonista era una baldosa de categoría: blanca, reluciente y, sobre todo, cara; muy cara. Era tan elegante y presumida, que en la vecindad todos la conocían con el nombre de la Baldosa Presumida.
Cuando llovía, su superficie quedaba limpia y brillante, por lo que su belleza se hacía todavía más evidente. Pero lo mejor de los días tormentosos era que tanto ella como sus vecinas se convertían en unas baldosas muy resbaladizas, lo que daba lugar a que se produjeran divertidos patinazos entre los transeúntes. ¡Qué bien se lo pasaban comentando los trompazos más memorables!
Cada dos por tres, venían unos amables operarios de la compañía del agua o del gas y levantaban la mitad de la acera, llevándose a muchas de sus hermanas a conocer mundo. Como la Baldosa Presumida tenía un espíritu muy aventurero, cada vez que había obras pensaba para sus adentros... -a ver si esta vez me toca a mí y puedo cumplir mi sueño de viajar por toda Europa-. Afortunadamente, un soleado día de septiembre, llegaron unas personas con picos y palas comentando que tenían que instalar una nueva línea telefónica y, esta vez, nuestra amiga fue una de las seleccionadas para dejar su acera de toda la vida. Por fin era libre y podía ir a donde más le apeteciera.
En menos de una semana, la Baldosa Presumida ya había comprado varios billetes de avión para ir a visitar a sus primas de las principales capitales europeas. Mientras que preparaba las maletas, soñaba con las baldosas que se encontraría en lugares como París, Viena o Londres. -Por lo menos deberán ser de mármol, dada la categoría de los lugares donde viven- se decía a sí misma.
Durante meses estuvo recorriendo un montón de ciudades del Viejo Continente, intercambiando impresiones con muchas de las baldosas, ladrillos y adoquines que encontraba en su camino.
Al volver de su largo viaje, la Baldosa Presumida no cabía en sí de gozo. Ella pensaba que sus primas europeas serían mucho más bonitas que las de su acera de toda la vida, ¡pero nada más lejos de la realidad! En casi todos los sitios por los que había pasado, las baldosas no eran más que tristes bloques de un material parecido al hormigón. Además, en la periferia de las grandes ciudades y los barrios residenciales, la mayoría de las aceras estaban recubiertas con capas de cemento.
Tan contenta estaba con su descubrimiento que decidió dedicar el resto de su vida a dar conferencias por toda España, contando las excelencias de la auténtica y genuina baldosa nacional. Fue tal el empeño que puso en su tarea que, al final de sus días, su trabajo se vio recompensado por el mayor de los premios. El mismísimo alcalde de Madrid, le entregó un Gallardón (digo galardón) reconociendo su valiosa labor como embajadora de las aceras españolas.
En la actualidad, la Baldosa Presumida vive retirada en un pueblo serrano, disfrutando de una merecida pensión otorgada por el Ilustre Gremio de Baldoseros y Adoquineros.
Hasta aquí el cuento. La moraleja queda perfectamente resumida en la siguiente viñeta de Forges:
¡No podía ser de otra manera! Los españoles somos los campeones europeos del ladrillo, las baldosas, las losetas y todo lo relacionado con la construcción. Hace unos días estuve en Londres y me dí cuenta de un detalle en el que nunca me había fijado. Mirando al suelo, durante un paseo, me pregunté: ¿dónde están las baldosas? Haciendo memoria caí en la cuenta de que, en España, casi todas las aceras de las grandes ciudades están alicatadas de arriba a abajo. Por contra, en la mayoría de las capitales europeas, los márgenes de las calles suelen estar cubiertos por una capa de cemento la mar de práctica y, sobre todo, barata. En efecto, en sitios como Londres, París o Viena es difícil encontrar aceras con baldosas (al estilo madrileño) fuera del casco histórico o las calles más representativas. Lo de España no tiene parangón.
El colmo de los colmos es que, en núcleos urbanos como Madrid, hay numerosas calles y avenidas pavimentadas con baldosas de colores blanco o crema (véase la foto de la izquierda, tomada en la calle de Almansa). El día que las colocan lucen que es un primor pero, al poco tiempo, adquieren un color de lo más sucio y churretoso.
Pero lo que me parece todavía más increíble es que muchas de las losetas con las que han tapizado ciudades como la capital de España son resbaladizas a más no poder. Es verdad que en la Villa y Corte no llueve todos los días, pero cuando cae un chaparroncillo, muchas calles se convierten en auténticas pistas de patinaje. ¿Alguien podría explicarme las ventajas de las baldosas resbaladizas frente a modelos más adherentes?
Por otro lado, parece que los españoles estamos obsesionados por levantar las aceras y volver a taparlas. Seguro que los visitantes extranjeros piensan que nos encanta ir al trabajo o al cine en plan multiaventura, sorteando socavones. De hecho, hay muchos pueblos y ciudades donde cada dos por tres se cambia el empedrado de las calles, sin ninguna razón aparente. ¿Por qué será? ¿Estarán buscando algún tesoro escondido? Me imagino que algo tendrán que ver todos aquellos constructores magníficamente relacionados con los gobiernos autonómicos y municipales.
En mi caso particular, no tengo nada en contra de que las aceras españolas sean las más bonitas de Europa. No obstante, pienso que una reducción significativa del gasto en partidas como la pavimentación, permitiría destinar más recursos a políticas sanitarias o educativas, por poner un ejemplo.
¿Y tú qué piensas? ¿Por qué muchos de nuestros políticos están tan obsesionados con levantar nuestras aceras cada dos por tres? Espero tus opiniones en la zona de comentarios.
Imágenes:
- La Baldosa Presumida en Madrid. EconoMouse.com, under CC. license.
- La Baldosa Presumida en Londres. EconoMouse.com, under CC. license.
- "Agudeza deductiva". Viñeta de Forges en El Páis, 12-09-2009
- Calle Almansa, Madrid. EconoMouse.com, under CC. license.
6 comentarios:
Muy divertido :-D Excelente post!
¡Muchas gracias!
Comentarios como el tuyo son mi mayor recompensa y me animan a sacar tiempo hasta de debajo de las piedras para seguir escribiendo posts.
:-)
Como se suele decir, “las apariencias engañan”. Una ciudad bien decorada por fuera hace que nadie se planteé los problemas internos que puede padecer. Y eso ayuda. Nadie se plantea estas cuestiones. Los resbalones, los tropezones, sobre todo si son de noche, serán por culpa de las cañas, cubatas o los kalimotxos que hemos ingerido. Y si son por el día, por los zapatos de tacón o por no habernos fijado en que “esa baldosa estaba suelta”…
Y cuando pienso en los socavones no puedo dejar de recordar la frase que estaba escrita en un espejo que me regalaron de pequeña, “el tesoro más valioso está escondido en tú interior”. Aunque siempre me ha parecido hipócrita regalar algo que refleje tu imagen externa y que a la vez te recuerde que lo mejor es lo que uno tiene dentro, he de reconocer que a veces he repetido esta frase a modo de mantra. Y creo que es lo que ellos hacen cada vez que destrozan nuestras “preciosas” baldosas. Buscan lo bueno que hay debajo de ellas porque no lo encuentran en la superficie. A esta conclusión llegaron cuando después mucho buscar se dieron cuenta que hacer agujeros indiscriminadamente siguiendo un mapa sólo es apto para Julio Verne.
Pero siempre hay que buscar el lado bueno de las cosas, así que ¿por qué no fomentar algún tipo de deporte al aire libre que implique poner en juego nuestro equilibrio y reflejos? Si los escoceses inventaron el “curling”, ¿por qué no inventamos el “baldosing” o el “acering”? Quién sabe, hasta a lo mejor se convierte en deporte olímpico.
@Iria
Estoy totalmente de acuerdo contigo. La mayoría de los ayuntamientos españoles parecen sucursales de las empresas constructoras.
Cuestiones como la promoción de la cultura (y no me refiero a traer al pueblo a "Los Chunguitos") o los problemas derivados de las drogas y el desempleo parecen estar totalmente desterradas de los plenos municipales.
Respecto a la idea de promover el "acering" o el "baldosing" como deporte olímpico, prometo comentárselo a un enchufe que tengo en el COI :-). Nunca se sabe, si el ping-pong está reconocido como deporte olímpico, por qué no debería serlo el levantamiento de acera en sus dos modalidades: 1) con pico y pala y 2) con martillo neumático.
Si consigo algún avance en este aspecto, no dudéis que lo publicaré en este blog :-D
Y sí no, propón algo parecido al "roller derbi", que la idea de poner juntas a mujeres, patines y sangre -si se puede- siempre es muy atrayente...
Yo sigo pensando en posibles soluciones ;)
@ Iria
Lo de la sangre parece un poco "gore", ¿no?. Pero no me extraña que este producto de casquería esté tan de moda, después de haber sufrido una auténtica invasión de películas y series sobre vampirillos y otros chupasangres :-)
Me quedo con el baldosing, o el acering, que parecen más tradicionales :-P
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